Intercambio de sabores y saberes de la Amazonía

Por: Adriana Varón / 28 agosto de 2018

Desde Florencia, Colombia, hasta Yurimaguas, Perú. Un grupo de productores viajó a conocer las diferentes alternativas productivas que vienen implementando sus colegas en sus fincas y a su vez, compartirles sus experiencias en el manejo de sistemas silvopastoriles. Este intercambio de conocimientos en territorio amazónico tiene detrás al proyecto Paisajes Sostenibles para la Amazonía (SAL), liderado por el CIAT, que desde hace tres años forma parte de las numerosas iniciativas para rescatar el bosque tropical más grande del planeta.

12:30 del día. Amazonía peruana. El sol se asoma tímido, pero el calor es tan sofocante y pegajoso que a Margot le cuesta dar un paso más; lleva más de tres horas internada en la selva. Se sienta en una banca hecha con la madera que los dueños de casa cultivan en su bosque. De repente, una risueña mujer empieza a servir en vasos desechables una bebida de color amarillo quemado. Está helada y Margot no solo se toma uno, sino tres vasos de ese refresco milagroso. Es la aguajina, tan típica y conocida en la Amazonía peruana y tan desconocida y poco aprovechada en la Amazonía colombiana.

En Perú se conoce como aguaje y en Colombia como canangucha. En Perú, el fruto se convierte en bebidas, helados, dulces y hasta en tratamientos para el cabello y la piel. En Colombia, es de gran importancia dentro de la dieta de numerosas comunidades indígenas amazónicas, sin embargo, las iniciativas para su aprovechamiento son muy pocas, aunque ya surgen algunas oportunidades para su comercialización.

Para conocer el potencial de la llamada ‘madre del bosque’ y considerada por los indígenas como símbolo de la inmortalidad, Margot recorrió más de dos mil kilómetros desde el corregimiento Morelia, en Florencia, Caquetá, hasta la vereda San Juan de Pumayacu, en Yurimaguas, Perú. Viajó junto con ocho agricultores beneficiaros del proyecto Paisajes Sostenibles para la Amazonía (SAL), liderado por el CIAT. Ellos también se sorprendieron con este fruto y otros tantos, incluidos los afrodisíacos, que se han convertido en un ingreso extra para los campesinos de la región.

Por eso para Margot Ortiz y algunos de sus compañeros de viaje, el aguaje se convertirá a su regreso a Colombia en una opción para su economía familiar. Ella incursionará con los helados y los batidos y su vecino Edilson Ramírez aprovechará el sabor amargo del aguaje para darle un toque especial al yogurt natural que prepara junto con su hermano en la finca La Esperanza, en las montañas del Caquetá.

La caminata por la zona selvática continúa. En medio de la densa y verde vegetación, propia de la Amazonía, se ven casas de madera cubiertas con resistentes hojas de palma que también se cultivan en sus patios. Como la de Rondolfo Tapuñima, productor de palmito, quien encontró en este cultivo una oportunidad para combatir la pobreza reinante en la región. Su parcela de tres hectáreas de palma le permite proveer dos veces por semana a la empresa exportadora de palmito, de la cual es socio, junto con 300 productores de la zona. Cada 45 días salen de las selvas de la Amazonía peruana toneladas del fruto fresco a Holanda, Suiza, Francia y Argentina.

Cristóbal Tapiero, otro de los invitados a este tour amazónico, ve en el palmito una buena oportunidad para aprovechar en su finca en Caquetá. Como una alternativa, aclara, pues lo suyo es la ganadería. Por eso, este corpulento campesino también está atento a las recomendaciones de su colega peruano César Inuma. Ya se habían visto siete meses atrás, cuando César viajó a Colombia a descubrir las bondades de los sistemas silvopastoriles, esa mágica estrategia de sembrar pastos para alimentación animal con árboles maderables y ornamentales que le brindan sombra al ganado y permiten el arribo de la fauna silvestre. Cristóbal, Margot y Edilson incorporaron estos sistemas en sus fincas como una opción para mejorar sus beneficios económicos y reducir la deforestación.

Alguna de las ideas que César se trajo para su finca de 18 hectáreas fue reemplazar los alambres de púas por surcos eléctricos para dividir los potreros, iniciativa que fue tildada por sus amigos agricultores como “una locura”. También empezó a rotar el ganado, a sembrar pastos y entre las franjas cultivos de pan coger como cocona, naranja, limones, cebolla y fríjol. Esa locura tiene hoy a su ganado aprovechando el ciento por ciento de los pastos mejorados, produciendo más leche y hasta ve más gordas a sus 25 vacas lecheras.

Cada paso por la selva es un aprendizaje para los anfitriones y visitantes. En una hoja y con un lapicero prestado, Cristóbal, el corpulento agricultor colombiano, toma nota, por un lado del nombre de los árboles maderables que le han dado otra entrada económica a don César y por el reverso, el nombre del árbol que sirve para un mal tan común: sangre de drago que cura la gastritis. Hablan de los químicos que acaban con los pastos, de los peces que siembran en lagunas improvisadas y hasta de cuáles son las fases ideales de la luna para sembrar los alimentos y castrar el ganado.

Este intercambio de sabores y saberes en territorio amazónico tiene detrás al proyecto SAL. Hace tres años varias instituciones locales, nacionales e internacionales se dieron a la tarea de unirse a las numerosas iniciativas para rescatar el bosque tropical más grande del mundo y una de las regiones con la mayor riqueza de especies de plantas y animales del planeta, pero este paraíso natural es también uno de los más golpeados por la deforestación y la degradación de sus suelos.

En Caquetá, por ejemplo, se vienen perdiendo desde los últimos 14 años cerca de 29 mil hectáreas de bosque anualmente, que lo ubica en el primer departamento colombiano con la más alta tasa de deforestación. Mientras tanto, en Loreto, el segundo departamento más deforestado del Perú, se arrasan cerca de 24 mil hectáreas cada año.

“El proyecto SAL ha impulsado la implementación de alternativas productivas en Caquetá y Loreto. Con estos intercambios de saberes hemos buscado que el productor peruano aprenda de la experiencia de los productores colombianos en el manejo de un sistema silvopastoril para que los apliquen en sus fincas. Por otro lado, que el productor colombiano conozca que estos sistemas pueden ser complementados con el aprovechamiento responsable de otras especies amazónicas, además de vivir las experiencias de los productores del Perú en la adopción de sistemas sostenibles de producción como el cacao en sistemas agroforestales y el palmito, acompañados de la reforestación, el enriquecimiento forestal y el uso responsable de áreas protegidas y aguajeles en sus predios”.

Miguel Romero

Asociado de investigación del CIAT y coordinador del Proyecto SAL

Para llevar a terreno estas opciones productivas, la ciencia se complementó con el saber ancestral de los productores locales, 24 en Colombia y 19 en Perú. Como bien lo dice Denis del Castillo, director del programa de Bosques y Servicios Ambientales del Instituto de Investigaciones de la Amazonía Peruana (INIAP),  “un complemento perfecto”. Del Castillo también participó de los tres días de caminata por más de diez fincas, distantes unas de otras, y que hoy muestran resultados tangibles.

“Todos los que participamos en el proyecto tenemos la mente abierta para aprender del manejo de la biodiversidad que tienen los agricultores, son maestros de maestros. Tenemos que aprovechar ese conocimiento de los productores, científicos, técnicos y académicos para aumentar la capacidad de adaptación y mitigación al cambio climático, aprovechando los servicios ecosistémicos de una manera sostenible”.

Denis del Castillo

director del programa de Bosques y Servicios Ambientales , Instituto de Investigaciones de la Amazonía Peruana (INIAP)

En la recta final

Luego de haber implementado 107 hectáreas de sistemas silvopastoriles, 13 hectáreas de sistemas agroforestales de cacao, 5 hectáreas de palmito y 29 hectáreas de enriquecimiento forestal, de haberse colectado información socioeconómica en 341 predios en Colombia y 416 en Perú, de la caracterización de suelos en 73 fincas en los dos países, de haberse evaluado 372 sitios en diversos usos de la tierra y de haber establecido 80 parcelas para la cuantificación de reservas de carbono y biodiversidad, el proyecto SAL entra en la recta final.

En los próximos meses vendrá la socialización de los resultados de este trabajo en el que han participado más de cien personas, entre investigadores, estudiantes de pregrado, maestrías y doctorados y los productores y sus familias. No solo se ofrecerán herramientas a los campesinos e instituciones de investigación, sino también a formuladores de políticas públicas a nivel nacional y regional sobre las opciones de transición hacia un desarrollo sostenible en la Amazonía.

La investigadora del CIAT Marcela Quintero es la líder del proyecto SAL y es la encargada de clausurar la gira de campo. Con sus mejores pintas y muy sonrientes, la mayoría de los 19 productores peruanos beneficiarios del proyecto SAL llega al hotel Huallaga, de Yurimaguas, con un propósito especial. Los esperan los agricultores colombianos, autoridades locales y ambientales para que mediante una firma simbólica, todos los actores de la Amazonía vean de primera mano que los productores en Perú están comprometidos con el cuidado y la protección de sus áreas naturales. Los colombianos ya lo habían hecho en su país a finales de 2017.

Entre los compromisos está cuidar un número determinado de hectáreas en regeneración natural y enriquecida, implementar sistemas sostenibles de uso del suelo, participar y prestar el apoyo al equipo técnico del proyecto durante las visitas de campo y garantizar que el predio no cambiará de uso. Algunos pusieron a disposición del proyecto entre 5 y 10 hectáreas y otros como don Manuel Falcón que se comprometió a cuidar y proteger 18 hectáreas de bosque de su finca de 32 hectáreas: más del 50% de su predio permanecería en su estado natural. Los bravos y los aplausos se escuchan en el auditorio.

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Los nueve agricultores colombianos están listos para regresar a su tierra. Los esperan más de diez horas de recorrido. Esta vez ya no hay temor por montar en avión, la novatada ya la pagaron. Harán una parada en Tarapoto, otra Lima, una más en Bogotá y la última en Florencia. Si corren con suerte alcanzarán a tomar el bus escalera que los llevará hasta sus veredas en Morelia y Belén de los Andaquíes. Sino, tocará pasar la noche en casa de amigos o familiares en la capital caqueteña. Una larga travesía, pero “Todo lo que hagamos por nuestra selva, que pide a gritos que la salvemos, vale la pena“, dice la bella Margot.

¡A su salud!

Detrás de cámaras de un viaje soñado

El proyecto SAL es financiado por la Iniciativa Climática Internacional (IKI) del Gobierno Alemán y es liderado por el grupo de Servicios Ecosistémicos del CIAT, con el apoyo de expertos de los grupos de Suelos, Cambio Climático y Forrajes Tropicales e implementado en conjunto con el Instituto Potsdam para la Investigación del Impacto Climático (PIK), el Centro para la Investigación en Sistemas Sostenibles de Producción Agropecuaria (CIPAV), Instituto Amazónico de Investigaciones Científicas (SINCHI), Universidad de la Amazonía (UDLA), Instituto de Investigaciones de la Amazonía Peruana (IIAP), y la Universidad Nacional Agraria La Molina (VLIR-UNALM).

Adriana Varón

Adriana Varón

Coordinadora de Comunicaciones para America Latina y el Caribe

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